Pensé que volver a Salamanca con «Renglones Púrpura» sería una gran satisfacción para la mente, el alma y el corazón.
Entonces al abrir los ojos me pregunté ¿por qué no disfrutar una mañana preciosa de primavera en esa ciudad Castellana, cuna de sabiduría y literatura?
Cuando llegué, me dejé acariciar por su historia, por la belleza de sus calles y sus monumentos de estilos góticos, renacentistas o barrocos.
De nuevo quedaron mis sentidos arrebatados de este maravilloso lugar, de su riqueza atemporal y sus encantos.
Salamanca es vida, es luz, es belleza y es amor. Es Castilla y León.
…y al encontrar la rana pedí mi deseo plateresco, cerré los ojos de nuevo y soñé que se cumplía a fuego lento.
Después de descubrir el manantial del que brota el placer, a media tarde, tome café con Torrente Ballester y al partir entre colinas de encinas y esas orillas apaisadas del Tormes recordé que «Quod natura non dat, Salmantica non praestat».
